Tortonese “Si existe un Dios, quisiera que todos vivieran con mi libertad”

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4 de julio de 2017

A punto de reestrenar -el viernes 7 de julio- Obra de Dios en el teatro Maipo, acepta el desafío de definir su existencia desde un juego, a través del cual contesta si cree en algo, si de chico era medio diablito, si considera al talento un regalo del Señor o no, si ha llevado una existencia poco clerical y si desea ser bendecido por el matrimonio y la llegada de un hijo… Ah, también responde si terminará en el Cielo o el Infierno.

Por Leonardo Ibáñez. Fotos: Alejandro Carra.

Su dogma
Yo no tengo mandamientos ni deseos; tengo metas grandes, chicas y medianas, que me pianteo lograr luego de ir cumpliendo la anterior”, define Humberto (53) desde una de ellas: su casa de dos plazas de Colegiales, cuyo terreno le compró en 2010 a un carpintero, “y levanté de cero

Se abre el portón de madera y tantea de reojo al fotógrafo y al periodista. Luego de escuchar el par de “¡Hola!” y los saludos de presentación, corre su cuerpo para dejarnos pasar; y nos acompaña del garaje al living en silencio, pero sin perder el gesto adusto, casi provocador dél inicio. Nos sacamos las camperas y las apoyamos junto a las mochilas. “¿Quieren tomar algo?”, pregunta Humberto Tortonese (nacido un 8 de junio en Avellaneda, hincha de Racing Club; 1,80 metro, 71 kilos, ojos marrones). “Siéntense tranquilos, por favor, que a Alicia le cayeron bien. ¡De lo contrario les estaría chumbando sin parar!”, admite quien, pese a ser el dueño de la casa de dos pisos de Colegiales y estar por regresar al ruedo actoral personificando nada menos que a Dios en el Maipo, admite: “Acá manda ella: la perra callejera que Nico, mi pareja, encontró hace cuatro años, y nos encariñó el alma… En serio, pónganse cómodos”, repite acercándole un café a los visitantes y revolviendo su té con jengibre y mascabada.

Si jura que no va a atacarnos, confiaremos. Por algo volverá a convertirse en el Creador.
Tal cual. Andaba con muchas ganas de retomar la puesta. Durante el verano nos propusimos encarar una primera etapa, que funcionó bárbaro. Y en invierno le daremos rienda suelta a una segunda, que esperamos se repita. Recemos (mira hacia arriba).

Perdón, antes de avanzar, ¿usted es creyente, o al menos alguna vez lo fue?
Creo más de lo que creía de joven. Creo en ser positivo, en el amor y en el poder del humor. Si hay un Dios, le gusta que haga reír. Y si debo pedirle algo a alguien, les pido a aquellas personas entrañables que fallecieron y me fueron dejando. Aunque, claro, de chico tomé clases de Catecismo y la Comunión. Incluso a mis diez años me pasó algo que podría haberme inclinado por la religión… Un día de mucho calor fui a una misa, la iglesia repleta, y me atacó una lipotimia. Casi desmayado, le comenté a mi abuela Pilar: “Estoy ciego”. Hoy, con un Gatorade me hubiese recuperado. “Arrodíllate, reza”, me exigió asustada la nona ultracatólica. De a poco, seminublada, como poniéndose en foco fue apareciéndome la imagen de Jesús sangrando con los brazos abiertos, mientras el órgano sonaba en medio de la escenografía de santos y vírgenes. Lo necesario para considerarlo un milagro y convertirme en un creyente a ultranza!… No sucedió.

¿Su carrera es ‘obra de Dios’ como se llama el espectáculo, u obra suya?
Si bien en cierta manera a la gente del espectáculo se nos ‘endiosa’, el talento lo tenés o no, y tampoco es obra de Dios. En la vida uno va buscando su camino; a veces encontrarlo cuesta más y a veces, menos. Previo a terminar de cursar el bachillerato en el Nacional N° 7 Juan Martín de Pueyrredón, de San Telmo (me faltó rendir Física, Química, Literatura e Historia para recibirme) me puse a estudiar pintura, pero abandoné. Iba probando.

 

«El casamiento y la firma para corroborarlo nunca entraron en mi cabeza. Yo creo en el amor cuando lo disfruto, como ahora, que estoy comprometido, casado y todo con Nico (Miloro, 28, cocinero), desde el alma»

¿Era medio diablillo, de pibe?
No, al contrario, súper bueno, cero problemático, obediente, tranquilo, domesticado, soñador. Sucede que siempre le escapaba a lo que no me seducía, y hacía la mía. Era un pibe muy auténtico, al margen de las opiniones ajenas. Literalmente, como me solía retar papá (que había soñado con ser locutor pero se convirtió en odontólogo), las cosas que no me interesaban me entraban por un oído y salían por el otro”. No me veía abogado. A los 16 debuté con Romeo y Julieta, en El Vitral, encarnando varios personajes; a los 18 me metí a estudiar en un lugar de Hipólito Yrigoyen y Alsína -no recuerdo el nombre, sí que estaba cerca de mi casa de Piedras y Venezuela- con Lito Cruz y Augusto Fernandes; y a los 19, cuando me di cuenta por dónde venía mí pasión y podía bancarla, me independicé. Entretanto, laburando fui aprendiendo ya no sólo a improvisar sino a memorizar textos, y crecí como actor… Igual, no en todos los casos es así: existen los milagros.

Revélenos un milagro con nombre y apellido
Peter Alfonso es un milagro de Dios. ¿Qué era, productor de Tinelli? Bueno, le llegó al público por eso, por identificación. El público lo siente un par. La diferencia es que Alejandro Urdapilleta llegaba gracias a su talento único e inalcanzable.

¿Lo menciona porque ha llevado una existencia poco… clerical?
En realidad tampoco me han visto picado tirado en la calle. La Negra (Elizabeth Vernaci, con quien hasta 2016 compartió dieciocho años de radio) solía explicar: “Si nosotros llegamos a fumarnos un caño antes de salir al aire, como muchos suponen, sólo nos quedarían ganas para irnos a casa, ¡salames!”. Pero, obvio, venía al estudio Julio Bocca y nos clavábamos tres champagnes. En la época del Parakultural yo recurría a tres vodkas antes de subir a la montaña rusa del teatro. A los 40 me tomaba un whisky para ponerme alegre antes de saltar al aire en El resumen de los medios. Sin embargo, un día me di cuenta de que si no tomaba alcohol, la cosa salía perfecta. Perdí ese miedo, y relajé. Amén.

Humor al arte
Hijo de Camila Inés Presa y Ezequiel Jacob, y hermano menor de Andrea Célica («maestra jubilada») y Javier Jorge («bohemio activo»), Humberto («el único de la familia sin segundo nombre») participó profesionalmente desde 1996 en ocho obras de teatro, dos películas y nueve programas de televisión (entre otros, con Antonio Gasalla y Susana Giménez). Además, trabajó dieciocho años en radio con la Negra Elizabeth Vernaci.

¿Urdapilleta fue su Dios arriba del escenario?
Pese a que jamás tuve ídolos que idealizara, Alejandro y (Salvador) Batato Barea ocuparon el lugar de referentes en mis veintes. Cuando entré al (Centro) Parakultural, me cambiaron el bocho, por no decir que ratificaron mis impulsos naturales de chico. Te daban una poesía: “¿Encaramos esto a la noche?”, y nos mandábamos sin ensayo. A partir de ellos descubrí que podía subirme al ritmo de otros y los otros, al mío. Le dieron entidad a mis inclinaciones, porque yo siempre supe que lo mío era jugar, improvisar e idear con elementos y escenografías. Batato repetía: “Hay que hacer”. Su secreto consistía en ir evolucionando mientras se hacía… Y ya voy rumbo a las cuatro décadas de acción en 53 años de edad. Otro milagro (lanza su típica carcajada).

Al inicio mencionó que cree en el amor. ¿Tanto como para pedirle audiencia al papa Francisco y animarse al “sí” ante los ojos del Señor?
Mirá, el casamiento y la firma para corroborarlo nunca entraron en mi cabeza. Yo creo en el amor cuando lo disfruto, como ahora, que estoy comprometido, casado y todo con Nico (Miloro, 28, cocinero) desde el alma. Y cuidado que no abandoné todo para radicarme con él en San Francisco, como lanzamos en broma desde las redes a través de un “Adiós!! A probar suerte!!”, que los medios alimentaron sumando datos irreales… Acabamos de visitar el monte Koyasan, el centro más importante del budismo, al sur de Osaka, Japón. Parados en su cementerio sagrado, Nicolás y yo sentimos tal unión. En cierta oportunidad casé a un amigo y su novio en un PH. No necesito trámites para sentirme casado.

¿E hijos? Marley aceptó ser bendecido por uno. ¿No anda con ganas de imitarlo?
Sucede que él es un pendejo de 47 (ríe)… Me encantan los chicos y, de joven, ser papá estuvo en mi mente. No obstante, conociendo lo responsable que soy en algunas cuestiones, de haberlos tenido en viejas épocas, no hubiese seguido mi carrera. Uno puede ser inconsciente estando solo, no con un hijo. En la actualidad me imagino revoleando un bebé y, también, el dolor de cintura al atajarlo. No lo tomo como una asignatura pendiente ni como una decisión irrevocable. De haber criado un nene, seguro hubiera deseado que creciera con mi libertad. Si existiera un Dios, quisiera que todos vivieran con la libertad que siempre viví yo.

Dios argento
“Nuestro país es como un auto sin conductor: aunque nos maneja cualquiera, nunca deja de andar y darnos oportunidades. Yo creo que Dios no es argentino, pero vive acá”, entiende quien retorna con Obra de Dios, de David Jaberbaum -versión de Elio Marchi-, en compañía de Roberto Peloni y Agustín Corsi y bajo la dirección de Gustavo Zajac.

Pregunta cantada de cierre: ¿Usted piensa que terminará en el Cielo o en el Infierno?
Calculo que se definirá en el Purgatorio. Apenas llegue arriba, pediré: «Porfavor mándenme adonde esté la mayor cantidad de amigos que tuve en vida”.

¿Y si los enviaron al Infierno?
No importa. Y pongo mi mano sobre la Biblia (extiende la derecha al aire)… Seguro estarán ahí por algo que yo habré compartido con ellos.

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