17 de Agosto de 1995
Mirtha Legrand después de los mil almuerzos aceptó el desafío. Por primera vez, y gracias a la magia de las revistas, la diva se reportea a sí misma. La anfitriona – Mirtha – y su invitada – Chiquita – compiten en elegancia y hablan sobre los personajes, los recuerdos y las tristezas. Una de ellas, con lágrimas en los ojos, confiesa : «No soy felíz.»
Almuerzo a Solas
«Chiquita – con tailleur a cuadros – y Mirtha – con un conjunto verde manzana -, las dos elegantísimas. Y dispuestas a un almuerzo (a un diálogo) inédito y profundo.»
La mesa está puesta para dos. Individuales amarillos, vajilla de porcelana, copas de cristal y cubiertos de plata. Como todos los días, hay un centro floral y candelabros con velas. Y como lo hace siempre, Mirtha Legrand ocupa la cabecera. Tiene puestos un conjunto verde manzana y zapatos al tono. Sonríe con glamour y atiende cada detalle de su entorno, pero se la nota un poquitín nerviosa.
Es que el de hoy no es un almuerzo más: a su derecha hay una única invitada y es tan especial que hasta la iguala en elegancia. Lleva un tailleur negro y blanco a cuadros, y el cabello recogido. No es una competidora, sí un reto. Esta vez la diva almuerza con la persona que más la conoce: ella misma.
«Los almuerzos fueron mi terapia. Me han hecho conocer gente maravillosa y otra no tanto. «
Si es difícil, muy difícil, esto de preguntarle a la propia conciencia, todavía peor es contestarse sin trampas. ¿A ver, Chiquita, qué te gustaría saber de Mirtha Legrand? ¿Te parece que empecemos por los almuerzos? GENTE le propuso este ida y vuelta consigo misma. Ella aceptó. Y de ahí en más sólo un grabador se interpuso entre su intimidad y el éxito.
¿Cómo fue eso de dejar a un lado a la actriz de cine y convertirte en animadora?
Sin dudas, un cambio fuerte y complicado, pero me brindó una enorme popularidad. Gracias a la televisión, supe lo que significa el afecto de la gente. Estos almuerzos me han favorecido, me han hecho muy feliz.
¿Tuviste que hacer psicoterapia para digerir el cambio entre el antes y el después de Tinayre?
No. Los almuerzos fueron mi terapia. Me han hecho conocer gente maravillosa y otra no tanto. El tener que estar vestida y arreglada para salir al aire también es una gran terapia. Una siente que tiene la obligación de mostrarse bien ante su público.
¿Ese público te quiere o tan sólo admira tu éxito?
Hay mucha gente que me quiere, y otros, un poco menos. Son las reglas del juego. Pero en los momentos más difíciles la gente me ha respondido, y siempre con afecto.
«Hay días en que se me hace cuesta arriba. No soy de cansarme, pero resulta pesada la rutina de hacer un programa diario.»
Supongo que tantos años de almuerzos deben haber relegado otras cosas…
Vos sabés, Mirtha, que por mi afán perfeccionista fui dejando un poco de lado a mi familia y mis afectos. Siempre quise leer, estar informada, actualizada… Me siento un poco culpable porque, para poder hacer eso, les robé horas de atención a mis seres queridos.
¿Estás arrepentida?
Sí. Si tuviera que empezar de nuevo, pasaría más tiempo con mis hijos. También me arrepiento de no haber tenido más hijos.
¿Qué sentís cuando te camparás con la Chiquita anterior?
Siento que he madurado como mujer y como ser humano. Me he compenetrado con las cosas y he aprendido. Ahora tengo más conciencia de la situación social, de las necesidades de la gente, de todo lo que ocurre en mi país.
«Siempre quise leer, estar informada, actualizada… Me siento un poco culpable porque, para poder hacer eso, les robé horas de atención a mis seres queridos.»
¿Cuál es la diferencia más notable?
Haber perdido el miedo, Mirtha. Ahora soy más espontánea. A veces, cuando hago dieta y estoy almorzando en cámara, comento: «No como esto porque se me va todo a la cola». Antes no decía esas cosas al aire. Uno va madurando con los años y eso hace perder el miedo. Acordate que en otra época temía que lo que dijera le cayera mal a alguien del canal, del gobierno o del público. Ahora no. A los políticos, por ejemplo, ¡les hago cada pregunta! Íntimamente pienso: «¿Y si me manda al diablo?». Pero al público le gusta que me juegue con cosas fuertes. Así que a esta altura de mi vida yo digo lo que siento, sin trabas de ninguna naturaleza.
¿Y qué le cambiarías a la Chiquita de antes?
Le quitaría frivolidad. No está mal ser un poquito frívola, pero siempre y cuando la realidad no te pase por un costado.
¿No te cansa eso de tener que estar siempre impecable, elegante y atenta, todos los días a la misma hora, con invitados tan diversos?
Hay días en que se me hace cuesta arriba. No soy de cansarme, pero resulta pesada la rutina de hacer un programa diario. Tener que maquillarme, vestirme, peinarme, cruzar toda la ciudad, estar actualizada. Me conocés bien, Mirtha: necesitaría descansar un poquito
Si, pero … ¿no extrañarías los flashes, las cámaras, el público?
Bueno, alejarme del todo, no … Me gustaría hacer un programa semanal.
¿Hay proyectos en el tintero?
Quisiera formar una fundación para ayudar a la gente. Actualmente lo hago a través de la producción de mi programa dándoles el almuerzo a muchas instituciones de ayuda al prójimo. Pero con eso no alcanza. En esta hora, la solidaridad es un deber.
¿Qué cosas te siguen sacando de las casillas?
La mentira, la injusticia, la falta de responsabilidad en el trabajo. La desorganización. Y que se metan en mi vida privada.
A manera de balance: si tuvieras q recordar los momentos más felices de tu vida, ¿cuáles elegirías?
El día que nacieron mis hijos, Marcela y Daniel, y el día que me casé con Daniel Tinayre.
¿Quiénes te dan hoy tus mayores alegrías?
Mis nietos, Ignacio y Juana. Con sólo verlos me pongo bien. Somos compinches.
Con la mano en el corazón, Chiquita… ¿sos feliz?
(Con lágrimas en los ojos.) No, Mirtha… En este momento no lo soy. Vos sabés muy bien que lo extraño demasiado.
Publicada en GENTE del 17 de Agosto de 1995 (ver Tapa)